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¿Solidaridad o complicidad?

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¿Solidaridad o complicidad?

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Solidaridad es una bella palabra que se hace realidad cada día en los sindicatos, porque ayuda a juntar debilidades y a construir fortalezas. Fuera de ellos, sin embargo, admite deformaciones. 

EDITORIAL

El significado del vocablo solidaridad históricamente ha tenido una connotación positiva. Lo encontramos asociado con iniciativas de ayuda frente a catástrofes naturales, a la financiación de intervenciones quirúrgicas en el exterior, o al sustento de instituciones destinadas a la atención de discapacitados o enfermos. Nunca la imaginaríamos vinculada con el crimen o la patota. Sin embargo hay un grupo de personas o casta que lo hace, y además lo reconoce públicamente. 

Veamos los antecedentes que nos conducen a esta conclusión. El 31 de julio pasado la diaria informó que, según el acta de un tribunal militar, el interrogatorio que terminó con la muerte de Vladimir Roslik en 1984 a causa de torturas fue presenciado por 11 oficiales del Ejército en el batallón N.º 9 de Fray Bentos. Como en el citado documento se explicita, ellos se estaban «interiorizando» sobre los métodos indagatorios que eran la norma durante la dictadura. Roslik era un médico uruguayo, hijo de inmigrantes rusos de la colonia San Javier, en Río Negro, que se había recibido en la Universidad Lumumba de la antigua Unión Soviética. Ese antecedente bastó para hacerlo sospechoso de sedición y fue el justificativo de su detención y posterior tortura. Su homicidio fue el último registrado bajo la dictadura cívico-militar en Uruguay, pocos meses antes de la reinstauración del régimen democrático en el país. 

Por este crimen solo fueron condenados a penas mínimas de prisión el subjefe de la unidad de Fray Bentos, mayor Sergio Caubarrere y el teniente Dardo Ivo Morales. Entre los otros 11 oficiales que aprendían a torturar se encontraba —como quedó registrado— el entonces capitán y hoy general Daniel Castellá, recientemente destituido de su cargo de presidente del Supremo Tribunal Militar. 

Ya puestos en la actualidad, y cuando la diaria reveló el acta citada más arriba, el tema fue inmediatamente tratado por la Comisión de Defensa del Senado. Durante la sesión un senador reveló que el general Castellá «siempre» le había afirmado que los 11 oficiales en cuestión se habían implicado en el caso por «solidaridad» con quienes fueron reconocidos como autores directos. Al transmitir esta versión, el senador tácitamente admitió compartir esta forma retorcida de la solidaridad, que de manera indirecta presentó como atenuante de una conducta por lo menos cómplice. 

De esta forma el escenario parlamentario fue testigo de la exhibición de una concepción de la solidaridad instalada en todos los ámbitos militares nacionales, que ha vertebrado el accionar de la dictadura y aún permanece vigente. Se trata de una idea deformada del honor militar que ha funcionado como un valor excluyente a la hora de los ascensos y promociones. Un espíritu de cuerpo que permite también explicar por qué, con tanta energía, se defiende a represores condenados por la Justicia uruguaya, la argentina y la italiana.